Iogrea

Descansaditos tras una noche reparadora aprovechamos la excelente ubicación del hotel para meternos en el metro que tenemos en la esquina y encaminar nuestros pasos hacia nuestro destino... el museo de historia.

Hay una entrada por la planta-1 directamente desde el metro así que ahí sacamos las entradas y no hay nada de cola, lo único que al no entrar por la principal no vemos al principio los dinosaurios.
El museo destaca por las recreaciones de los entornos de los animales y las culturas que se exponen. No es que haya nada muy relevante que la gente se amontone para ver pero se pasa un rato entretenido deambulando por las diferentes estancias.
Me vicio sacando fotos a las increibles representaciones 3d que hay de los animales disecados aunque en la cámara parecen cuadros planos tienen mucho realismo y profundidad.



Entre fotos y cotilleos nos ocurrió una curiosa anécdota, pasamos por la zona de los elefantes y estaba todo vacío, al pasar por el área de la planta superior de pronto habían cerrado la sala de los elefantes, puesto unas cortinas, unas mesas y había un cátering improvisado para una convención. Curiosidades...


También pasamos por la zona de planetario aunque no pudimos entrar dentro de la bola porque no había pase hasta dentro de mucho tiempo y no nos apetecía esperar.


A Silvia le impactaron la cantidad de fósiles de dinosaurios que hay y poco a poco fuimos recorriendo todas las salas hasta acabar en la entrada principal, que nos parecía ya conocer de la película "una noche en el museo".



Aprovechando la cercanía vamos andando por la zona de Lincon center y nos damos un descansito tras la pateada del museo en la plaza con el agüita.



En mi futil búsqueda de un netbook pillamos un autobús que nos lleva hasta la biblioteca nacional donde se encuentra Datavision, una tienda que tiene sus cosillas pero donde nada me convence.
Deciros a modo de curiosidad que así como el metro es muy eficaz para moverse, dado el elevado volumen de tráfico que hay por la superficie el recorrido en autobús se hace interminable.
Hasta que bordeamos la esquina de Central Park y enfilamos la 5th avenida pasa una eternidad pero como vamos sentaditos y no tenemos prisa...

Para variar un poco la dieta nos metemos en el Panera, donde hay unas ensaladas muy ricas, wifi, AC y poca gente con música agradable. Ideal para programar la tarde.

No nos podemos ir de Nueva York sin ver una actuación en Broadway y como ya nos pilotamos las comunicaciones, en un periquete estamos comprando en la trasera de nuestro hotel las entradas para el fantasma de la Opera. Aún nos queda algo más de 1h para la actuación así que nos da un punto y nos vamos a la tienda de Apple de la 5th avenida y le regalo a Silvia un ipad Mini... porque nosotros lo valemos jaja!
Madre mía que diferencia del otro día a hoy.
La tienda está literalmente atestada de gente, casi no te puedes mover. Mientras que en nuestra primera visita para curiosear estábamos casi solos ahora parece un hervidero. Tuvimos una curiosa anécdota, el ascensor de cristal con el que se accede estaba estropeado y un chico muy atento me dijo que como iba con las muletas mejor nos acompañaba por otra entrada ya que las escaleras de cristal podían ser peligrosas.
No tenemos otra cosa que hacer así que le seguimos la corriente... nos cruza hasta el edificio de oficinas cercano y nos pasa por unos tornos, nos lleva por un ascensor de servicio y por las tripas del edificio y terminamos accediendo a la zona de la tienda por una puerta lateral para empleados. Seguramente pocos turistas recorran esa zona del edificio jeje. Ventajas de los pochos!!

El chico que nos atiende casi no tiene trabajo puesto que ya sabemos el modelo que queremos. Otra curiosidad es la cantidad de gadgete para iphone que hay, el iphone del dependiente tiene un acople por el que te cobra directamente con la tarjeta de crédito y tienen unas mini impresoras de tickets por debajo de las mesas de exposiciones para sacarte las facturas. Viva la tecnología y el uso natural que hacen de ella!!


Con nuestro paquetito en una mona bolsa con la manzana cogemos de nuevo el metro hasta el hotel, dejamos las cosas y a disfrutar de una bonita velada viendo el Fantasma de la Opera!!
Ya conocida, la historia no sorprende pero es espectacular el despliegue de medios que hay en el escenario para recrear las diferentes escenas. Totalmente recomendable y espectacular.

Para cenar no nos apetece andar mucho así que nos vamos a Hell Kitchen y por variar nos metemos en un italiano romanticón con velas y ambiente acogedor. Termina siendo más fachada que otra cosa y discuto con la camarera porque nos quería cobrar un plato que nunca ha servido. En fin, alguna oveja negra tenemos que encontrar ya que hasta ahora el servicio en todos sitios ha sido impecable y los newyorkinos super majos.

Mañana... más!